



La vista constituye el primer contacto con el vino. Con la simple acción de mirar el vino se obtiene una idea de cómo serán las fases siguientes. Esta fase no tiene valor absoluto, aunque generalmente nos anticipará lo que vamos a beber.
El aspecto visual nos ayudará a determinar el cuerpo, la edad y el estado en el que se encuentra el vino y esta información nos la darán factores como el color, la transparencia, la brillantez y la fluidez.
El color.
Los colores básicos del vino son dos: el rojo y el amarillo. Sin embargo cada uno de estos colores pueden adquirir gamas muy diferentes en función del proceso que han sufrido y del estado de los compuestos que lo pigmentan.
La apreciación del color proporciona la información sobre el cuerpo, la edad y el estado del vino, poniendo especial atención en dos aspectos fundamentalmente:
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a. La intensidad del color (cantidad de color) da idea del cuerpo del vino. Esta apreciación se realiza solamente en vinos tintos, inclinando la copa y observando su parte central, si al colocar el dedo índice debajo de la copa hay dificultad de observar la forma del dedo entonces el vino tiene capa alta, en caso contrario el vino es de capa baja.
Un color fuerte y concentrado puede ser indicativo de un vino recio, rico en sustancias tánicas. Un color débil y abierto puede denotar un vino más ligero y corto en boca
b. El Matiz indica el grado de evolución de un vino, es decir, su edad. Se observa en la parte superior del vino que corona con el cristal, denominado “disco”, “menisco” o “ribete” . Un rojo rubí con tonalidades malvas es indicativo de un vino joven. Un rojo intenso (púrpura o guinda) suele indicar la crianza. Con la edad, los vinos tintos se aclaran o tienden a un color anaranjado o teja y los blancos tienden a oscurecerse, pasando del amarillo pajizo a los tonos ocres.
Si al mirar el vino en la copa percibimos una gradación de colores podemos afirmar que estamos ante un vino maduro.



Limpidez o transparencia:
Mide la presencia de partículas en suspensión en un vino. La turbidez muchas veces es consecuencia de una mala elaboración, sin embargo no hay que confundir estas partículas que se observan al evaluar la limpidez con los posos. Los posos son sedimentos que suelen aparecer en los vinos viejos y, por lo tanto, en muchos casos son indicativos de edad, es decir, los depósitos sedimentados en la botella son fruto natural de su largo envejecimiento.
Si se eleva la copa y se mira al trasluz el vino ha de mostrarse transparente, cristalino y sin partículas flotando. Un vino turbio o con sedimentos en forma de hilos o de madejas es un vino en mal estado.
Brillantez:
Es la capacidad que presenta el vino para reflejar la luz. Es un indicativo sobre todo de su acidez, de la edad y salud del vino.
Fluidez o viscosidad:
La fluidez hace referencia a la viscosidad o untuosidad. Cuando giramos la copa en un movimiento rotativo se forma un goteo adosado a la pared de la misma (se dice que el vino llora), estas gotas descienden en columnas irregulares y se llaman lágrimas, piernas, cachas o muslos del vino. Se deben a la tensión superficial entre el vino y el cristal, relacionado con la concentración de alcohol y extracto seco (glicerol y azúcares en el vino).
Cuando un vino manifieste un lloro deficiente, se aplica el término de acuoso, líquido o fluido. En caso contrario, untuoso, graso o glicérico.
La efervescencia (característica que podemos incluir en este apartado) refleja la existencia de gas carbónico en el vino. Va desde los vinos tranquilos que producen algunas burbujas al ser escanciados, como ocurre con los vinos de maceración carbónica, hasta la típica excitación que muestran los vinos espumosos. Éstos últimos producen unas largas filas de burbujas denominadas “perlage”, cuya ascensión hasta la superficie sin romperse indican la calidad del vino.


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