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Un aireador es un dispositivo que permite la inyección de aire en el vino. Se trata de una especie de embudo o cono invertido, hecho de diferentes materiales como puede ser cristal, metacrilato, acero, plata, estaño, que a veces se coloca en la botella en el lugar del corcho, para verter el vino en la copa en el momento de su consumo. El aireador genera un torbellino al servir el liquido de forma que el vino se oxigena provocando que se eliminen algunos aromas no deseados y permitiendo que el proceso de evaporación de algunos componentes sea más rápido y que afloren otros aromas.

 

Otro utensilio que sirve para oxigenar, o airear, el vino es el decantador. La decantación consiste en verter el contenido de la botella en un recipiente, generalmente de cristal, con una amplia base, donde una gran superficie de vino puede estar en contacto con el aire, y que tiene un cuello claramente más ancho que el de la botella para permitir una salida lenta de las partículas volátiles. Mientras que en los aireadores el objetivo es que el vino se oxigene y se refresque, al decantar el vino se persigue una lenta evaporación de los elementos aromáticos, para poder percibirlos en toda su gama. También es necesario decantar el vino cuando este presenta sedimentos y queremos que estos queden en la botella.

Para decantar el vino hay que hacerlo muy suavemente volcando el vino sobre las paredes del decantador, evitando cualquier movimiento que lo agite y que sea el propio decantador, con su forma y características, el que contribuya a sacar lo mejor de ese vino. Y controlando que no se viertan los posos que podamos haber visto.

 

Se airea el vino para darle viveza y quitar malos olores: se decanta para facilitar que el vino se abra y evitar los posos. Pero esto no son cosas que haya que hacer cada vez que bebemos vino.

 

Los vinos jóvenes son unos vinos sencillos, cuyas características les viene de la uva y del proceso de vinificación. Presentan un repertorio de cuatro o seis aromas, no más, por lo cual no hay que dedicarle mucho tiempo a sacarle sus matices y su carácter, enseguida se aprecian. Es cierto que al abrir una botella de vino joven, no es infrecuente que se perciban olores a azufre, procedentes de la fermentación de las levaduras con sulfitos; o a carbónico, en este caso debido a la maceración de los hollejos. No obstante estos son aromas muy volátiles que desaparecen pronto, y no es necesario utilizar un aireador para eliminarlos; bastaría con escanciar el vino a cierta altura o utilizar láminas o utensilios antigoteo.

Con los crianzas ocurre algo parecido, aunque los matices aromáticos pueden aumentar hasta doce, más o menos, debido al contacto con la madera. Los crianza no son vinos de guarda, no son vinos para tenerlos mucho tiempo esperando una oportunidad para beberlos, y en el caso de que esto se haya producido, no vendría de más utilizar un aireador al servirlos, Así se refresca el vino y nos puede ofrecer un carácter más alegre y ligero.

 

Los reserva y gran reserva son vinos hechos para que duren, generalmente se recomienda consumirlos al menos cuatro o cinco años después de su salida al mercado. Suelen presentar más de veinte o veinticinco aromas diferentes y utilizar un aireador para servirlos es matarlos. El decantador es el recipiente adecuado para que esa cantidad de aromas, cada uno con una volatilidad diferente, se vaya abriendo y dejarnos apreciar al vino en toda su grandeza.

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Otro aspecto a tener en cuenta a la hora de elegir artilugio con el que servir el vino es el tipo de sedimentos que pueda haber.

La existencia de sedimentos o posos, como también se les puede denominar, no son ni más ni menos que residuos sólidos que por algún motivo no se han filtrado antes del embotellado o bien se desarrollaron en la botella con el tiempo. La composición de estos posos suelen ser restos de las levaduras muertas, es decir lías, sales, partículas de color, otros compuestos fenólicos, taninos y hasta restos de hollejo, o incluso. partículas de hierro formadas durante el envejecimiento en botella.

Utilizar un aireador en un vino con sedimentos, ya sea éste joven o viejo, lo único que puede provocar es que se enturbie en la copa. En este caso lo mejor es decantar el vino, con mucho cuidado para que los sedimentos queden en la botella.

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¿Y si se rompe el corcho al sacarlo? Utilice los criterios que ya hemos dado, pero siempre utilizando un aireador o decantador que tenga un embudo con un colador (las partículas de corcho que quedan flotando son de las cosas más difíciles de quitar).

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Los dicho hasta aquí es válido para tintos y para blancos ¿pero qué pasa con los vinos generosos y los vinos espumosos?

La imagen típica que tenemos del jerez es la de ver al capataz de la bodega introduciendo la venencia en la bota, con un golpe seco, para sacarla y verter el vino en las copas desde un altura considerable. No hacemos más comentarios.

Nosotros nunca hemos decantado vinos espumosos, pero hemos leído en otras web que es una medida aconsejable, siempre que el decantador esté frío para evitar que la burbuja se rompa por el cambio de temperatura.

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Para finalizar, dos recomendaciones:

 

Nunca decantar un vino que no se vaya a consumir en el momento. Si ese fuese el caso es mejor servir con cuidado el vino en la copa y que pase allí el tiempo necesario, conservando en la botella lo que no bebamos.

 

Un amigo de San Sebastian me enseño esta manera de fabricarse un escanciador, para aquellos que no sabemos escanciar la sidra. Pero este utensilio de andar por casa también puede servir para fabricarse un aireador:

 

1.    Cortar una cuña de corcho a lo largo de todo el tapón.

2.    Por el lado contrario cortar el corcho, dejando algo más de la mitad y sin llegar a la base del tapón.

3.    Hacer un corte horizontal, de forma que quede una especie de tapa, y se desprenda la parte que acabamos de cortar en el paso anterior.

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Hay que limpiar bien el corcho para que los cortes no dejen particulas en el vino. Y, ya está. Ya tenemos nuestro aireador.

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